Semiologia Quirurgica
Examen del abdomen
Conceptos generales.
Desde el punto de vista del examen del
abdomen, conviene tener presente las estructuras que están contenidas en él y
la forma de reconocerlas: su ubicación, tamaño y las alteraciones que pueden
presentar.
En el abdomen se ubica gran parte del sistema
digestivo, incluyendo el tubo digestivo, hígado, vesícula, páncreas; los
riñones y estructuras urológicas; las glándulas suprarrenales, el bazo; y en la
mujer, su sistema reproductivo, incluyendo ovarios, trompas y útero. Cada una
de estas estructuras tiene una ubicación y tamaño, desempeña funciones y es
fuente de alteraciones y enfermedades. El detalle conviene revisarlo en textos
de anatomía y fisiopatología.
Algunos puntos de referencia del abdomen son:
los rebordes costales, el apéndice xifoides, el ombligo, las espinas ilíacas
anterosuperior en cada lado, las regiones inguinales y el borde superior del
pubis.
Para describir la ubicación de los hallazgos
del examen físico, el abdomen se divide en cuatro o en nueve secciones. En el
primer caso, se trazan dos líneas imaginarias perpendiculares que pasan por el
ombligo y delimitan cuatro cuadrantes: superior derecho e izquierdo, e inferior
derecho e izquierdo. Si se divide en nueve secciones o regiones, se trazan dos
líneas que en su extremo superior son la continuación de las líneas torácicas
medioclaviculares que hacia abajo llegan a los extremos laterales del pubis, y
dos líneas horizontales, pasando la primera por el punto inferior del reborde
costal a cada lado (10ª costilla), y la segunda, por las crestas ilíacas
anterosuperiores. Se constituyen así las siguientes regiones, de derecha a
izquierda: en el tercio más alto: hipocondrio derecho, epigastrio e hipocondrio
izquierdo; en el tercio medio: flanco derecho, región umbilical y flanco
izquierdo; en el tercio inferior: fosa ilíaca derecha, hipogastrio y fosa
ilíaca izquierda. colon sigmoides y parte del colon descendente; ovario y trompa izquierda; polo inferior del riñón y uréter izquierdo, canal inguinal.
Usando las divisiones anteriores, conviene
tener presente la ubicación en la cual se encontrarían las distintas
estructuras intraabdominales, como se indica a continuación.
División por cuadrantes:
- Cuadrante superior derecho: hígado y vesícula biliar; cabeza del páncreas, parte del riñón derecho, glándula suprarrenal derecha, partes del tubo digestivo (ángulo hepático del colon).
- Cuadrante superior izquierdo: bazo, lóbulo izquierdo del hígado, cuerpo y cola del páncreas, parte del riñón izquierdo, glándula suprarrenal izquierda, partes del tubo digestivo (ángulo esplénico del colon).
- Cuadrante inferior derecho: ciego y apéndice; ovario y trompa derecha; polo inferior del riñón y uréter derecho; otras partes del tubo digestivo (colon ascendente), canal inguinal.
- Cuadrante inferior izquierdo:
División en nueve regiones:
- Hipocondrio derecho: lóbulo hepático derecho, vesícula biliar, parte del riñón derecho, glándula suprarrenal, ángulo hepático del colon.
- Epigastrio: estómago, duodeno, páncreas, parte del hígado, aorta, vena cava inferior.
- Hipocondrio izquierdo: bazo, cola del páncreas, ángulo esplénico del colon, polo superior del riñón izquierdo, glándula suprarrenal.
- Flanco derecho: parte del riñón derecho y del colon ascendente.
- Región umbilical: porción inferior del duodeno, intestino delgado, aorta, vena cava inferior.
- Flanco izquierdo: parte del riñón izquierdo y del colon descendente.
- Región ilíaca derecha: ciego, apéndice, extremo inferior del íleon, ovario, desembocadura del uréter, canal inguinal.
- Región del hipogastrio o suprapúbica: útero, vejiga, colon sigmoides.
- Región ilíaca izquierda: colon sigmoides, ovario, desembocadura del uréter, canal inguinal.
Debe efectuarse con una iluminación adecuada
y exponiendo el abdomen en forma amplia de modo de efectuar una buena
observación, desde la parte baja del tórax hasta las regiones inguinales, pero
sin exponer los genitales externos para respetar el pudor del paciente. Este
debe estar en decúbito supino y es necesario que relaje al máximo su
musculatura abdominal. Para esto conviene que tenga sus brazos a los lados o
sobre el pecho, pero en ningún caso hacia arriba; la cabeza sobre una almohada
y, eventualmente, las piernas semiflectadas con una almohada bajo las rodillas.
El examen habitualmente se efectúa desde el lado derecho, pero conviene tener
destrezas para examinar desde ambos lados.
No hay que olvidar de examinar las regiones
inguinales
En tiempos fríos, es necesario cuidar que las
manos y el estetoscopio estén templados de modo que el paciente no tenga
sobresaltos. Puede ser necesario lavarse las manos con agua caliente,
frotárselas, o comenzar el examen palpando sobre la camisa del paciente hasta
sentir las manos más tibias y entonces descubrir el abdomen. En personas que
sufren de cosquillas conviene mover las manos lentamente, evitando movimientos
bruscos e inesperados; al principio el examinador podría colocar su mano sobre
la del paciente y comenzar a examinar de esta forma, y después de unos
instantes pasar al examen directo.
Las zonas en las cuales
puede haber dolor conviene examinarlas al finalEXAMEN FISICO DEL ABDOMEN
Inspección.
Interesa ver la forma del abdomen, si existen zonas solevantadas bajo las cuales pueda haber un proceso expansivo, los movimientos respiratorios, si existen cicatrices o hernias. También puede ser importante fijarse en la presencia de manchas o lesiones de la piel, en la distribución del vello, o si existe circulación colateral anormal.Los movimientos respiratorios se aprecian en la parte alta del abdomen. Lo normal es que con la inspiración se produzca un abombamiento de esta zona debido al descenso del diafragma que presiona y empuja las vísceras. ·
Algunas cicatrices quirúrgicas que se pueden encontrar son las siguientes:
de McBurney: es una incisión en
el cuadrante inferior derecho, paralela a las fibras musculares del músculo
oblicuo externo a unos 3 cm de la espina ilíaca anterosuperior, que se usa en
apendicectomías. Ocasionalmente, especialmente en apendicitis de difícil
diagnóstico o complicadas con peritonitis, se usa una incisión paramediana
derecha infraumbilidal, que permite un mayor campo operatorio.
·
·
de Kocher: es una incisión
subcostal derecha, paralela al reborde costal, y que se usa para
colecistectomías. Para esta operación también se usa una incisión paramediana
derecha supraumbilical. Actualmente la mayoría de las colecistectomías se
efectúan mediante laparoscopía y las incisiones que se encuentran son pequeñas
·
·
Incisión mediana
supraumbilical (usada para operaciones del estómago y otras
estructuras del hemiabdomen superior).
·
·
de Pfannenstiel: es una incisión
arqueada por encima de la sínfisis pubiana en el sentido del pliegue
suprapúbico, que se usa para efectuar cesáreas u operaciones ginecológicas como
histerectomías. Antes era frecuente que se hiciera una incisión mediana
infraumbulical.
Las circulaciones venosas colaterales
anormales que se pueden observar son del siguiente tipo:
·
Porto-cava: se observa cuando está
aumentada la circulación venosa por las venas periumbilicales, debido a una
obstrucción de la vena porta, tal como ocurre en pacientes con cirrosis
hepática avanzada. Las venas irradian desde ombligo hacia la periferia y el
flujo venoso sigue el mismo sentido. Da lugar a la llamada "cabeza de
medusa".
·
Cava-cava: es una circulación venosa colateral que se ve cuando existe una obstrucción de la vena cava inferior; las venas se desarrollan en las regiones laterales del abdomen y la sangre fluye en sentido ascendente.
·
Cava-cava: es una circulación venosa colateral que se ve cuando existe una obstrucción de la vena cava inferior; las venas se desarrollan en las regiones laterales del abdomen y la sangre fluye en sentido ascendente.
La dirección del flujo de
una vena se aprecia apoyando los dedos índices de cada mano sobre un segmento
de la vena, en un trayecto que no reciba tributarias colaterales. Estando los
dedos juntos y aplicando un poco de presión, se separan de modo de exprimir
toda la sangre del interior del segmento. Luego se levanta uno de los dedos y
se ve la rapidez con la que la vena vuelve a llenarse de sangre: si ocurre
inmediatamente, la sangre fluye en ese sentido; si la vena permanece un tiempo
colapsada, quiere decir que el dedo que todavía la comprime impide el flujo. Se
repite la maniobra levantando uno u otro dedo hasta estar seguro de la
dirección de la sangre.
La forma del abdomen puede
ser diferente. Esto depende de la edad, de la relación entre el peso y la
talla, de la constitución del cuerpo, de lo atleta o sedentaria que sea la
persona y de alteraciones que puedan existir: tumores, ascitis, meteorismo
Normalmente tiene una forma redondeada o plana. En
personas delgadas y en decúbito dorsal se aprecia un abdomen excavado .
Si se aprecia abultado se habla de un abdomen globuloso o prominente.
Cuando en decúbito supino el abdomen impresiona que se "rebalsa"
hacia los lados se le llama en alforjas; si estando de pie, se
aprecia un gran pliegue que cuelga del hemiabdomen inferior se llama en
delantal.
La presencia de tumores o masas es otra
importante observación. El aumento de volumen por un útero grávido es una
situaciones bien conocida. La
característica principal es el crecimiento desde el hipogastrio hacia arriba,
con una convexidad superior. Algo parecido ocurre con una vejiga distendida que
no puede vaciarse . Una gran esplenomegalia
podrá dar un abultamiento en el cuadrante superior izquierdo; una
hepatomegalia, en el cuadrante superior derecho.
Con frecuencia, para detectar
estos abultamientos es necesario fijarse bien, contar con una iluminación algo
tangencial para que las curvaturas en la superficie del abdomen se dibujen
mejor, y solicitar al paciente que respire profundo, de modo que al bajar el
diafragma las vísceras protruyan.
Auscultación.
Lo que se trata de auscultar son ruidos que
derivan de la movilidad del intestino y posibles soplos vasculares. Se efectúa
antes de la percusión y la palpación ya que éstas pueden alterar los ruidos
intestinales o ruidos hidroaéreos. La auscultación debe
ser metódica y cubrir los distintos cuadrantes del abdomen.
Mediante la práctica, es necesario
familiarizarse con las características de los ruidos normales para poder
distinguir cuándo están aumentados y cuándo disminuidos. Como todos los
sonidos, se puede distinguir frecuencia, intensidad, tono y timbre. Lo normal
es escuchar como clics o gorgoteos regulares, entre 5 a 35 por minuto. Cuando
el gorgoteo es prolongado y de tono bajo se habla de borborigmo ("gruñidos
gástricos"). En las diarreas los ruidos intestinales o hidroaéreos están
aumentados en frecuencia e intensidad.
Cuando el estómago está distendido con
líquido porque existe una obstrucción a nivel del píloro o un poco más abajo (síndrome
pilórico), o porque se ingirió una gran cantidad de líquido en las horas
anteriores, al sacudir al paciente se puede auscultar en la región epigástrica
un bazuqueo gástrico que son ruidos de tono alto semejantes a
los que se escuchan al agitar un tonel parcialmente lleno de líquido.
Cuando existe una parálisis intestinal (íleo
paralítico), desaparece el peristaltismo y con ellos, los ruidos
intestinales, y se escucha un silencio abdominal. Para concluir que
los ruidos intestinales están ausentes, se debe auscultar unos 3 a 5 minutos.
Las asas intestinales se distienden con líquido y aire; si al paciente se le
sacude, se auscultan ruidos de sucusión, semejantes al bazuqueogástrico.
Habitualmente se escuchan en todo el abdomen.
En un íleo mecánico, por
obstrucción intestinal, los ruidos están aumentados junto con la mayor
actividad peristáltica. Se escuchan ruidos de tono alto y en secuencias que
aumentan junto con el incremento del dolor de carácter cólico.
Otros ruidos que se pueden auscultar son soplos
por flujos turbulentos dentro de las arterias: aorta (en línea media,
supraumbilical), renales (paramediano supraumbilical, a cada lado), ilíacas
(paramediano infraumbilical, a cada lado), femorales (en las regiones
inguinales). Pudieran escucharse mejor con la campana del estetoscopio. En todo
enfermo hipertenso se deben buscar soplos que deriven de la estenosis de alguna
de las arterias renales; se ausculta en el epigastrio, hacia lateral, y en los
ángulos costovertebrales. El escuchar un soplo que ocurre durante la sístole
solamente en la proyección de la aorta descendente, las ilíacas o las
femorales, no implica necesariamente que exista una estenosis de la arteria; es
más específico si el soplo se escucha en la sístole y la diástole.
En mujeres embarazadas se pueden auscultar
los latidos cardíacos fetales a partir de las 16 a 18 semanas.
Se escuchan mejor con una corneta especial que usan los obstetras y matronas.
Percusión.
Normalmente al percutir el abdomen se
escuchan ruidos sonoros que reflejan el contenido de aire en el tubo digestivo.
Frente a un abdomen distendido, la percusión
puede ayudar a diferenciar si la distensión es por acumulación de gas (meteorismo),
líquido en el peritoneo (ascitis), o un aumento de volumen anormal
(tumor, globo vesical, útero miomatoso, etc.).
Si el problema es acumulación de gas, se
escucha una hipersonoridad o un timpanismo.
Si se trata de ascitis, al
percutir el abdomen estando el paciente está decúbito supino, se delimita un
área central de sonoridad normal, rodeada por una zona periférica en los
flancos e hipogastrio de sonoridad mate, con una concavidad superior a nivel
del hipogastrio. Como el líquido de la ascitis se desplaza con los cambios de
posición, se percute también el abdomen poniendo al paciente primero en un
decúbito semilateral y luego en el otro. El líquido se desplaza hacia el nivel
más bajo. Con la percusión se delimita el cambio entre el sonido claro y el
sonido mate que ocurre en los flancos. Se deja una marca con un lápiz, que se
pueda borrar. Al mirar las marcas que se efectuaron en los flancos en cada
decúbito, se puede encontrar una matidez desplazable, que si es de
más de 4 cm, sugiere la presencia de ascitis. En un cuadro de íleo paralítico,
en que se acumula líquido en las asas intestinales, también se puede encontrar
matidez desplazable. En este caso, se deben considerar otros aspectos clínicos
para hacer un diagnóstico diferencial.
Un signo que se ha usado para identificar si
un paciente tiene ascitis es el signo de la ola que consiste
en dar unos golpes en un hemiabdomen y ver si se reflejan ondas hacia el otro
hemiabdomen (tal como ocurre al lanzar una piedra en una laguna quieta que
genera ondas que migran hacia la periferia). Para evitar que las ondas que se
propagan se deban a un efecto del tejido adiposo de la pared abdominal, se
coloca una mano de canto en la línea media del abdomen. No es un signo
confiable ya que tiene falsos positivos y falsos negativos.
Si el problema es un útero aumentado de
volumen o una vejiga distendida (globo vesical), se encuentra una
matidez en el hipogastrio que tiene una convexidad de sonoridad clara superior.
En el epigastrio y la parte medial del
hipocondrio izquierdo se encuentra habitualmente una zona de mayor sonoridad
que corresponde a aire contenido en el estómago. Esto se acentúa después de
ingerir una bebida gaseosa, en que se percute timpanismo por la distensión del
estómago.
En el examen del hígado, la percusión se
utiliza para precisar el límite superior, por la cara anterior: se percute
desde el 3er espacio intercostal a nivel de la línea medioclavicular y se va
descendiendo; el nivel en que el sonido para de claro a mate corresponde al
hígado.
Habitualmente se ubica en el 5º a 7º espacio intercostal. Debe
recordarse que este nivel puede cambiar según el paciente esté en inspiración o
en espiración. Para delimitar el borde inferior del hígado se utiliza
predominantemente la palpación, aunque también se puede usar la percusión. En
este caso, se comienza percutiendo más abajo del reborde costal y se va
subiendo por la línea medioclavicular hasta encontrar el nivel de transición
entre un ruido sonoro y uno mate. Si se ha efectuado una marca entre el límite
superior e inferior del hígado, se tiene la proyección hepática que
normalmente es de 6 cm a 12 cm. Valores mayores a 12 cm sugieren una
hepatomegalia. Ocasionalmente no se encuentra la matidez hepática por la
interposición de una asa del colon entre el hígado y la pared torácica o porque
existe un neumoperitoneo (p.ej.: úlcera duodenal perforada). Al delimitar el
borde inferior del hígado con la percusión, se facilita la palpación posterior.
Con la inspiración profunda, el hígado baja unos 2 a 4 cm. Estos cambios de la
posición del hígado con la respiración deben ser considerados al estudiar la proyección
hepática de modo de hacer la medición ya sea en inspiración o en
espiración.
El bazo también se explora mediante la percusión. Se encuentra en una posición oblicua a nivel subcostal en el hemitórax izquierdo, por detrás de la línea medioaxilar. Se percute estando el paciente en decúbito supino tratando de encontrar una pequeña área de matidez esplénica que puede estar entre la 6ª y la 10ª costilla, y que en condiciones normales no sobrepasa la línea axilar media. Si la matidez se extiende más allá de la línea axilar anterior, existiría esplenomegalia. Posteriormente el examen debe complementarse con la palpación del polo inferior del bazo
Palpación.
Se comienza efectuando una palpación
superficial mediante la cual se buscan puntos dolorosos y se evalúa si
la pared abdominal es depresible. Cuando existe resistencia muscular, puede ser voluntaria o
involuntaria. En el primer caso puede deberse a tensión nerviosa, temor a
sentir dolor, frío o cosquillas. Es necesario tranquilizar al paciente y
solicitarle que se relaje. El examinador debe poner su antebrazo y mano en
posición horizontal, y los dedos van examinando ejerciendo una presión suave y
uniforme. Se recorre el abdomen en todos sus cuadrantes teniendo presente qué
se puede llegar a palpar en cada sector de acuerdo a la anatomía normal. Cuando
existe resistencia muscular involuntaria el abdomen se encuentra rígido, poco
depresible. La rigidez puede ser difusa (p.ej.: peritonitis generalizada) o
localizada (p.ej.: apendicitis aguda contenida). Algunos cuadros neurológicos
impiden al paciente relajar bien su abdomen (p.ej.: tétanos, demencia).
A continuación se efectúan una palpación
profunda mediante la cual se identifican con más detalles las
estructuras intraabdominales. Es frecuente que se pueda desencadenar una
molestia al presionar sobre el ciego, colon sigmoides, aorta, línea media bajo
el xifoides. Al repetir la palpación con cuidado es posible que la molestia no
se repita. La palpación profunda se puede efectuar con una o las dos manos. Al
usar ambas manos se coloca una sobre la otra, de modo que la de más arriba
ejerce la presión y la de abajo efectúa la palpación. En obesos esta técnica
puede resultar conveniente. Algunas personas prefieren palpar colocando una
mano al lado de la otra.
Al sentir una masa se debe precisar su localización,
tamaño, forma, consistencia, sensibilidad, pulsación, movilidad y movimientos
con la respiración. Ante la duda si la masa es de la pared o intraabdominal
se solicita al paciente levantar su cabeza y hombros con lo que contrae los
músculos abdominales: si es de la pared, sigue palpándose; si es profunda, se
vuelve más difícil de sentir.
Algunas
masas crecen del hipogastrio hacia arriba: vejiga distendida, tumor ovárico,
útero miomatoso. También
lo hace un útero grávido. En estos casos se palpa una masa con una convexidad
superior. Otras masas tienen una localización diferente según procedan del
apéndice, del colon, ganglios retroperitoneales, aorta, páncreas, estómago,
vesícula biliar, hígado, bazo, riñones, etc. En cada caso se debe precisar cada
una de los atributos que se mencionaron más arriba.
Si existe dolor es necesario precisar su localización,
irradiación, maniobras que lo aumentan o lo disminuyen. Un examinador delicado
trata de provocar el menor dolor posible, sin perder información necesaria para
el diagnóstico. Aunque habitualmente se palpa con los dedos de la mano, algunos
dolores se localizan mejor con un sólo dedo.
Algunas afecciones tienden a doler con más
frecuencia en sitios específicos. Una apendicitis duele al presionar
inmediatamente lateral al punto medio de una línea imaginaria que se proyecta
entre el ombligo y la espina ilíaca anterosuperior. Una colecistitis aguda bajo
el reborde costal derecho, lateral al borde del músculo recto abdominal. Una
diverticulitis duele en el cuadrante inferior izquierdo.
Uno de los dolores más fuerte se deben a la
irritación del peritoneo. En estos casos puede bastar una suave presión o
incluso la sacudida que se produce al percutir para desencadenar dolor. Cuando
el paciente tose, también se desencadena dolor. En las peritonitis agudas se
describe el signo del rebote (signo de Blumberg) que
consiste en un dolor que se produce al retirar rápidamente del abdomen los
dedos que examinan. Duele más al retirar la presión que al ejercerla. Este
signo se desencadena efectuando la maniobra incluso alejado del sitio de mayor
dolor.
Palpación del hígado.
Con la punta de los dedos de la mano derecha,
estando el examinado a la derecha del paciente, se va al encuentro del borde
inferior del hígado mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por
la boca. Algunas personas prefieren hacer la misma maniobra pero con los dedos
paralelos al reborde costal y otros tratan de engancharlo orientando la mano
desde el tórax hacia el abdomen, y arqueando los dedos en el reborde costal.
También puede rendir solicitar al paciente que sostenga la respiración después
de una inspiración profunda. Otra maniobra que puede ayudar a tener un mejor
rendimiento es colocar la mano izquierda bajo la parrilla costal en la parte
más baja y presionar hacia arriba tratando de bascular el hígado. La
alternativa sería colocar la mano empuñada entre la pared costal y la
superficie de la cama formando una cuña. Por último, la información que se ha
obtenido mediante la percusión del borde inferior del hígado puede orientar la
palpación.
Los dedos deben partir en búsqueda del borde
hepático alejados del reborde y al encontrarlo, deben dejar que la superficie
del hígado se deslice bajo ellos. La palpación se comienza en la línea
medioclavicular y se va repitiendo hacia el epigastrio o más allá si el lóbulo
izquierdo está hipertrofiado. Esto permite identificar las características del
borde del hígado y de su superficie, y la consistencia del tejido.
Es muy frecuente que el borde inferior del
hígado no se logre palpar. Si se palpa, debe ser firme, liso uniformemente y no
doloroso. En algunas enfermedades estas características cambian. En la cirrosis
hepática el borde es más cortante, la consistencia dura y la superficie podría
encontrarse nodular. En un tumor hepático, se puede encontrar un nódulo duro, y
es frecuente que se de en el contexto de un hígado cirrótico. Un hígado
congestivo por insuficiencia hepática es de borde romo, puede ser algo
sensible, y la consistencia firme. En una hepatitis aguda infecciosa el hígado
está algo crecido y puede ser sensible al palparlo. Ocasionalmente se palpa un
lóbulo derecho del hígado que desciende hasta al cresta ilíaca y que es una
variante anatómica sin mayor importancia (lóbulo de Riedel).
Vesícula biliar.
Normalmente no se palpa. Se localiza por
debajo del borde hepático, a la altura del borde lateral de músculo recto
abdominal. Cuando se inflama (colecistitis), al tratar de palparla se
produce dolor al presionar es ese sitio al final de una inspiración (signo
de Murphy). Podría palparse una masa de bordes poco precisos por
confluencia de tejidos vecinos como el epiplón (plastrón vesicular). La
impactación de un cálculo biliar en el conducto cístico puede llevar a una
vesícula palpable (hidrops vesicular). La palpación de una vesícula que
no duele en un paciente ictérico mayor de 50 años hace plantear el diagnóstico
de un cáncer que obstruye el colédoco o la ampolla de Vater (signo de
Courvoisier). Una masa dura en relación al borde hepático puede tener
relación con un tumor canceroso de la vesícula o del hígado.
Bazo.
Solamente el polo inferior es palpable. Se
examina con la mano derecha, estando el paciente en decúbito supino y el
examinador a su derecha. Normalmente, en los adultos no se logra palpar, aunque
existen excepciones. Si es palpable, significa que está aumentado de volumen en
la mayoría de los casos. Crece hacia abajo y adelante. Los dedos de la mano que
examina se dirigen hacia el hipocondrio izquierdo, y van al encuentro del polo
inferior del bazo mientras el paciente efectúa una inspiración profunda por la
boca. Conviene no partir muy cerca del borde costal ya que un bazo grande
podría escaparse.
Algunas personas prefieren además apoyar la mano izquierda
bajo la parrilla costal y presionar hacia adelante tratando de hacer el bazo
más prominente.
Se debe identificar el tamaño y la
consistencia del bazo. Cuando está crecido como respuesta a una infección
(p.ej.: fiebre tifoídea, endocarditis bacteriana) es de consistencia blanda. En
procesos infiltrativos como en un linfoma, la consistencia es mayor. En ocasiones
alcanza un gran tamaño (p.ej.: leucemia mieloide crónica). Una causa frecuente
de esplenomegalia es por hipertensión portal en el curso de una cirrosis
hepática. Las hemólisis crónicas también dan esplenomegalia.
Otra posición usada para palpar el polo
inferior del bazo es un decúbito lateral derecho, con las piernas semiflectadas
de modo de relajar la musculatura abdominal. El examinador se coloca detrás del
paciente para palpar el hipocondrio izquierdo con sus dedos en garra (posición
de Schuster).
Riñones.
Generalmente no son palpables. Se ubican en
la parte más posterior del abdomen, retroperitoneal. En su parte superior
quedan protegidos por las costillas flotantes. El derecho es un poco más bajo
que el izquierdo y su polo inferior tiene más posibilidades de ser palpable.
Existen alteraciones renales en las que están más grandes y se logran palpar
con más facilidad: hidronefrosis, riñón poliquístico, tumor renal. Una ptosis renal
también facilita lo mismo.
Cuando se palpa con las dos manos, una por delante
y otra por atrás, ayuda a fundamentar que se trata de un riñón si se percibe contacto
lumbar, o sea, el empuje que se ejerce desde atrás se transmite hacia
adelante.
Para palpar el riñón derecho estando el
paciente en decúbito supino y el examinador en el lado derecho, se coloca la
mano izquierda a nivel de la región lumbar, inmediatamente por debajo de las
costillas, y la derecha, sobre el flanco, lateral al borde del músculo recto
abdominal. Se ejerce presión logrando un efecto de "sándwich". Una maniobra
que puede aumentar la posibilidad de palpar el polo inferior es pedir al
paciente que inspire profundo por la boca y en ese momento el examinador trata
de "atrapar" el riñón con sus manos, al descender; en la espiración
libera la presión y el riñón se debiera "escapar".
Para palpar el riñón izquierdo desde el lado
derecho del paciente, es necesario colocar la mano izquierda en la fosa lumbar
izquierda del paciente, quedando con posibilidad de empujar hacia adelante, y
con la mano derecha se palpa en el flanco. La otra forma es ubicándose el
examinador en el lado izquierdo del paciente para examinar en forma parecida a
lo que se hizo con el riñón derecho. En este caso, la mano derecha del
examinador se ubica en la fosa lumbar y la izquierda palpa por el flanco.
Aorta.
Es posible palpar en personas de contextura
delgada. Es frecuente sentir en la región del epigastrio un latido transmitido
de la aorta. En mayores de 50 años es importante tener una mayor preocupación
por evaluar su diámetro ya que con la edad es más frecuente encontrar
dilataciones aneurismáticas. Para evaluar este aspecto se usan las dos manos
puestas en el epigastrio a cada lado de la línea media, o ligeramente hacia la
izquierda. El diámetro normal, sin contar con la contribución de la pared
abdominal, no supera los 3 cm (promedio 2,5 cm). Si se sospecha un aneurisma,
conviene evaluar al paciente con una ecotomografía.
Otros aspectos del examen abdominal.
En pacientes con ascitis se
puede encontrar el signo del témpano que se debe en gran
medida a que algunas vísceras están como flotando en el líquido del peritoneo.
Esto determina que al palpar el borde inferior del hígado o el bazo, y empujar
dando como golpecitos suaves, se siente que los dedos chocan contra algo que
flota en el líquido. Otro signo que ya se mencionó más arriba en la sección de
la percusión, es el de la onda líquida (signo de la ola) que no es
confiable.
Una técnica que se ha descrito para precisar
el borde inferior del hígado consisten en colocar la membrana del estetoscopio
sobre la zona hepática en la cara anterior de la parrilla costal y con un dedo
de la otra mano se rasca ligeramente la superficie del abdomen mientras se
ausculta. El rasquido se va acercando hacia la parrilla costal y al alcanzar el
borde del hígado el sonido se intensifica.
La prueba del músculo psoas-ilíaco se
usa en los casos en que existe la sospecha que una apendicitis. Se solicita al
paciente que levante su pierna derecha estirada y el examinador le opone
resistencia con una mano apoyada sobre el muslo. El signo sería positivo si
desencadena dolor en el cuadrante inferior derecho.
Hernias de la región ínguino-crural.
Una hernia es la protrusión
de tejidos (epiplón, asas intestinales, ovario, etc.) contenidos en un saco
herniario (habitualmente formado por peritoneo), a través de un anillo u
orificio. En la región ínguino-crural se manifiestan por hernias inguinales
(indirecta y directa) y crurales (o femorales). Las hernias inguinales
indirectas pasan por el orificio inguinal profundo (lateral a los
vasos epigástricos inferiores), descienden por el canal inguinal y pueden
atravesar el anillo inguinal externo; las hernias inguinales directas aparecen
por la pared posterior del canal inguinal (medial a los vasos epigástricos
inferiores).
Las hernias crurales pasan por detrás del ligamento inguinal,
medial a la vena femoral, siguiendo el curso del canal femoral. Las inguinales
se ven por encima del ligamento inguinal y las crurales por debajo de él.
Cuando una inguinal desciende hasta la cavidad escrotal constituye una hernia
ínguino-escrotal.
Las
hernias pueden ser congénitas o adquiridas. Los esfuerzos físicos y la
necesidad de aumentar en forma repetida la presión intraabdominal, como ocurre
en personas constipadas o en hombres con crecimiento de la próstata, favorece
su aparición.
Habitualmente el paciente nota un
abultamiento que sale especialmente al caminar o estar de pie.
También al toser
o pujar. Al acostarse, tiende a desaparecer (hernia reductible). En
otras ocasiones no se logra reducir totalmente (hernias irreductibles).
Esto puede ocurrir por adherencias que se han formado, porque es de gran tamaño
y "ha perdido el derecho a domicilio" o porque está atascada o
estrangulada. Una hernia atascada es aquella que no se puede
reducir pero no tiene compromiso de los vasos sanguíneos.
Una hernia
estrangulada tiene además compromiso vascular que puede determinar una
necrosis de los elementos contenidos en el saco herniario. En este caso, que
habitualmente se acompaña de mucho dolor, no se deben efectuar maniobras para
reducir el contenido al abdomen por el riesgo de producir una peritonitis.
Las hernias inguinales indirectas son más
frecuentes en niños y jóvenes de sexo masculino. Las inguinales directas se
presentan en personas mayores. Las crurales, se ven especialmente en mujeres y
tienen tendencia a atascarse con lo que pueden producir una obstrucción
intestinal.
Se comienza examinando al paciente mientras
está en decúbito dorsal. Si la hernia está afuera, es fácil de ver y palpar. De
no ser así, se le solicita al paciente que tosa o efectúe una maniobra de
Valsalva para hacerla más evidente. Otra alternativa es examinarlo de pie y que
puje. En esta posición el rendimiento del examen es mejor. Al salir la hernia
se aprecia un abultamiento y al aplicar presión con los dedos es posible
reducirla nuevamente al interior del abdomen. Cuando esto ocurre, se siente el
deslizamiento del contenido del saco herniario hacia el interior del abdomen y
eventualmente se escucha el gorgoteo de asas intestinales. Esta sensación es
categórica de la existencia de una hernia.
Otra maniobra que se puede efectuar en
hernias inguinales es introducir un dedo hacia el canal inguinal a través del
anillo inguinal externo, invaginando la piel del escroto. Este anillo
normalmente no permite el paso del dedo, pero podría estar dilatado por la
presión que ha ido ejerciendo la hernia, especialmente si es de un tamaño
significativo. Cuando el paciente puja, el saco herniario choca con el dedo. No
interesa tanto distinguir entre una hernia inguinal directa o indirecta ya que
el cirujano tendrá la referencias anatómicas en forma más confiables al momento
de operar.
Las hernias crurales deben buscarse en forma
muy dirigida, especialmente frente a un cuadro sugerente de una obstrucción
intestinal.
El diagnóstico diferencial se hace con
adenopatías y abscesos.
Tacto rectal.
El tacto rectal debe ser considerado como
parte del examen del abdomen ya que puede aportar información valiosa.
Se puede efectuar con el paciente en
distintas posiciones:
a) en decúbito lateral, habitualmente sobre el lado
izquierdo, con ambas piernas flectadas a nivel de las caderas y rodillas, o con
la extremidad de más abajo extendida y la de más arriba semiflectada (posición
de Sims);
b) estando el paciente en decúbito dorsal con ambas extremidades
inferiores flectadas y separadas;
c) estando el paciente en decúbito ventral
sobre una mesa ginecológica, o de pie, pero flectado hacia adelante, apoyando
sus manos sobre la camilla, o en una posición genupectoral en la que se apoya
sobre las rodillas y codos. Cualquiera sea la posición elegida, se debe
respetar el pudor del paciente.
En la inspección de la región anal se aprecia
el aspecto de la piel, si existe humedad, o si se ven hemorroides externos,
fisuras, orificios fistulosos, u otras lesiones (papilomas, condilomas, etc.).
Podría ser conveniente disponer de una linterna para tener una mejor
iluminación. Ante la sospecha de un prolapso rectal se le solicita al paciente
que puje.
También podrían protruir pólipos o hemorroides internos.
Cuando se observa una lesión se ubica según
los punteros del reloj, definiendo las 12:00 horas en la línea media ventral y
las 6:00 horas, en la línea media dorsal.
Luego se efectúa la palpación colocándose un
guante desechable y lubricando el dedo índice con vaselina, dejando en la punta
un poco más. Con el dedo enguantado y con vaselina se lubrica un poco el
orificio externo del ano y se introduce el dedo con cuidado de modo de
desencadenar un mínimo de molestias. En la introducción se aprecia el tono
del esfínter anal. Cuando el examen provoca dolor o en personas tensas
es frecuente encontrar un tono aumentado, en cambio, en ancianos o pacientes
con lesiones neurológicas, se encuentra disminuido. Una fisura o un hemorroide trombosado pueden
generar tanto dolor que el tacto no es posible efectuar. Un absceso perianal
puede dar una zona abultada y dolorosa.
Introducido el dedo se aprecia la cavidad de
la ampolla rectal, sus paredes y el contenido de deposiciones. En la pared
anterior se palpa la próstata en los hombres y el cuello uterino en las
mujeres. Es importante fijarse si existe alguna estrechez, dureza o formación
en las paredes de la ampolla que sea sugerente del crecimiento de un tumor. En
apendicitis aguda el fondo derecho es sensible.
La próstata se palpa normalmente como una
nuez de un diámetro de unos 4 cm, cuya pared posterior protruye hacia el lumen
rectal aproximadamente 1 cm. Se distinguen dos lóbulos laterales y un surco
central. La superficie debe ser lisa y la consistencia como cauchosa. A veces
se palpan las vesículas seminales en la parte de más arriba. En personas
mayores de 40 años la próstata puede estar aumentada de volumen por una
hipertrofia benigna (adenoma prostático). Si se palpa un nódulo de
consistencia más dura que el resto de la glándula o de forma irregular debe
plantearse la posibilidad de un cáncer.
La deposición que se observa en el guante al
retirar el dedo se debe observar.
Normalmente es blanda y de un color marrón
(castaño). Si es de color negro, sugiere sangre de la parte alta del tubo
digestivo; si se acompaña de sangre fresca, el sangramiento sería bajo; si la
deposición es pálida, podría reflejar una falta de pigmentos biliares en un
paciente ictérico y con patología biliar. A pesar que tenga un aspecto normal,
conviene efectuar una prueba para detectar sangre oculta en la deposición
(existen unos tarjetones que se manchan con una muestra de deposición y luego
se agrega un reactivo que revelará la presencia de sangre si está presente).
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